lunes, 20 de abril de 2015

"Whiplash"

El primer pensamiento que suscita Whiplash es: ¿Hay límites para conseguir el éxito? ¿Hay que aguantar todo y más para conseguir ser excelente, marcar la diferencia, ser único y aportar algo diferencial en nuestra vida? Todos llevamos un sello genético propio, pero está claro que son en la mayoría de los casos las condiciones ambientales las que hacen que se desarrolle nuestro potencial latente. 

Esta es una película sobre los valores de las personas, pero para mí es sobre todo una reflexión sobre el éxito, sus costes y el camino hasta la cumbre. 

Hay dos figuras centrales, y el resto son satélites que les acompañan en su pugna particular. El estudiante, joven promesa como batería en la escuela de música Shaffer. De otra parte, el temido director de la orquesta Terence Fletcher, un prestigioso y durísimo "gestor" que piensa, y como tal lo ejerce, que el camino hacia ser único sólo pasa por romper la norma y el sacrificio. Metódico sin límite, porque en su dirección de la orquesta controla hasta el más mínimo desafino o destiempo en la ejecución de cualquier compás. No hay quien se desvíe sin sufrir la humillación y la repulsa pública del director. 

Si la definición de líder fuera extraer lo mejor de una persona llevándolo a situación límite, aquel punto donde aparece la excelencia (y donde la personalidad que no resiste se quiebra) podríamos pensar que Fletcher lo es. ¿Es el liderazgo "darwiniano" de Fletcher la fórmula para conseguir que las personas destilen lo que les permite ser realmente "únicos"? Este es en mi opinión el debate que plantea la película. 

Si pensamos en el director como líder-enseñante deberíamos entonces reflexionar sobre los medios usados y objetivos alcanzados. La escuela Shaffer es la más prestigiosa del país, y los mejores talentos quieren ser dirigidos por Fletcher pese a sus métodos extremos en la interacción personal. Es difícil decir que el director no es un efectivo enseñante, si bien es fácil no estar de acuerdo con sus métodos. Y surge la pregunta de qué hay tras la trastienda de las grandes obras de las que sólo vemos casi siempre sólo el resultado, y no siempre el proceso. 

También surge la reflexión del compromiso con el éxito del sistema educativo americano, de forma que se puede mirar hacia otro lado cuando los resultados son los que se buscan. El instituto Shaffer sólo expulsa al director cuando hay sospechas de suicidio de un antiguo alumno por ansiedad extrema. 

Frente al todopoderoso director, está la personalidad obcecada del estudiante Andrew Neiman. Su vida se convierte en una obsesión por emular a su idolatrado baterista, incluso abandonando una relación sentimental porque anticipa que será un obstáculo para concentrarse en su camino. Sólo empatiza con su padre, un rol acogedor donde los haya, siempre apoyando a su hijo bajo cualquier circunstancia. Una vez más, surge la reflexión sobre el "proceso": cómo las personas que dejan una huella trascendente se entregan sin reserva a conseguirlo. Thomas Alva Edison se negó a admitir fracasos en su invención de la bombilla, y dijo que había descubierto "999 formas de no hacerlo correctamente. "

La película nos cuenta dos caminos separados que se unen al final en sorprendente y violenta confluencia. Hay un punto de clímax donde profesor y alumno no son adversarios, son aliados en ese momento mágico que convierte en histórico el esfuerzo límite del baterista, ese punto donde el talento para llegar es necesario, pero hace falta un punto límite para producir el éxtasis de algo memorable.  


Una cita injustamente ausente de las grandes carteleras, no sólo por la magistral interpretación de Alex Simmonds, sino por las reflexiones que genera a cualquier espectador sobre los límites en la exigencia educativa de cara a conseguir avances que quedan en el recuerdo.



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