No es fácil encontrar películas que relaten
la intimidad de la trama judía de relaciones y quizá es la primera impresión del
espectador que visiona “Norman”. En esta tragicomedia aparentemente imposible
el casi patético Norman, que al principio puede parecer como parte de un
decorado más amplio, va ganando protagonismo hasta que al final se adueña de la
trama convirtiéndose en el anónimo personaje que permite que todo termine bien.
Sólo al final, y tras un largo sorbo de
reflexión, puedes apreciar la inmensidad del papel de un “fixer” (conseguidor
de favores) cuyo modelo de negocio se basa en la generosidad sin casi importar
las consecuencias. Nada más inesperado en la meca del dinero, Nueva York, y de
ahí parte de lo increíble de esta trama.
El título original en inglés explica
perfectamente la historia de Norman. “The moderate rise and the sharp fall of a New York fixer”. Norman se beneficia poco de su éxito, al
menos para lo que entendemos habitualmente como tal, y sin embargo, paga muy
caro al final su continua cadena de favores. En ese mundo las personas actúan
siempre por un motivo y con un objetivo, y el dinero suele ser un importante
factor en el mundo de los “fixers”, pero no parece ése ser el que mueve a
Norman.