Seguramente Elvis es más conocido por sus logros (el rey del rock and roll) que por su interesante biografía, la forja de una leyenda que aún sigue viva. Por ello, ver esta película de Baz Luhrmann es una buena opción para recordar al mito Elvis, todavía vivo para la generación de los cincuenta y sesenta, y aún flota en las nuevas generaciones pese a la marea del tiempo.
Elvis fue un transgresor, rompió moldes y costumbres en la música-espectáculo con sus ritmos, mezcla de country y blues, con el contoneo erótico e impredecible de sus caderas, sus espasmos y su conexión con un público femenino no habituado a la electrizante y poco ambigua comunicación corporal durante sus performances.
Para conseguirlo, Elvis recurrió a una autenticidad innegociable. Parecía como si físicamente estuviera impedido para cantar y actuar de forma convencional, ni siquiera para aceptar cambios graduales que sus managers le demandaban para romper menos con las buenas formas de la clasista sociedad de entonces.