Pese a todos los avances que estamos viviendo, el cine se mantiene
desafiante como bastión de comunicación entre los que producen el contenido o
película, la interpretación en sentido amplio, y el público receptor del
mensaje. El cine nos confina por un tiempo en una sala cerrada que podemos
abandonar antes del final, pero pocas personas lo hacen si la cinta no les gusta.
El buen cine nos despierta íntimamente los sentidos si el mensaje nos está
llegando. Para ello usa la palabra, la imagen, la secuencia, el ritmo, la música,
el silencio. Nos transporta más allá de la pantalla donde ocurre la historia
que nos cuenta la película y hablamos con los personajes y nos introducimos en sus historias.
Esto y mucho más es “Una razón brillante” o “Le Brio”. Una obra maestra del
arte de la comunicación, genialmente diseñada, producida e interpretada. Con el
trasfondo de una Francia que trata de somatizar el problema de la integración
cultural de su población de origen musulmán.
El poder de la comunicación a través de la palabra y la argumentación. La
universidad como ágora de relación entre el pasado, la Francia rica, orgullosa
de su tradición e identidad, y el futuro, compuesto de esos millones de jóvenes
de otros credos y culturas que comparten vida y ciudadanía.
Neila Salah, joven magrebí nacida en Francia en 1997, asiste por primera
vez a clase en la Universidad parisina de leyes de Assas. Llega tarde a una
clase abarrotada, y se convierte en blanco inmediato del elocuente e
irreverente profesor Pierre Mazzard, un bastión de los valores tradicionales,
experto en el uso de la dialéctica como estilete afilado de relación.
A partir de ahí, la película es un delicioso mano a mano entre profesor y
alumna donde ambos brillan escena tras escena. El carácter previsible del final
no le quita ni un ápice de atractivo al desarrollo, otra comedia inteligente de
las que el cine francés lleva tiempo produciendo en sus viñedos del séptimo arte.