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sábado, 4 de noviembre de 2023

Vidas pasadas

 

"Vidas pasadas" ("Past lives") es la ópera prima de la escritora y directora de cine coreana-canadiense Celine Song. 

El que sea una película autobiográfica (Celine nació en Seúl y emigró con su familia a Canadá desde donde luego se trasladó a Nueva York para perseguir, y alcanzar, su sueño como dramaturga), no quita un ápice de interés, ni de legitimidad, a esta buena cinta que puede verse desde distintos ángulos. El corazón emocionado, por la ternura de la historia. Y también desde la mirada observadora, por los profundos mensajes y reflexiones que suscita "Vidas pasadas". 

¿Cuál es el hilo conductor de "Vidas pasadas"? Detrás de una historia romántica de dos jóvenes con una conexión especial que se separan por azares de la vida en la niñez, el reencuentro que hacen posibles las nuevas tecnologías, la propia limitación de las mismas para posibilitar vidas plenas, el devenir de la vida y el reencuentro cauterizador tras la ausencia de tantas palabras que no se dijeron y tantas cosas que no se hicieron. 

Detrás del devenir de la vida está el destino o in-yun en coreano (reencarnación o vidas pasadas). En la película se plasma la conexión y atracción entre dos personas que no obstante tienen ambiciones distintas. Además del azar, son también sus elecciones las que determinan su destino, por mucho que ambas parecen haber nacido la una para la otra. La vida es un proceso de elección y adaptación continuo y esta tierna historia nos habla de la inadaptación que trasciende más allá de lo visible. Nora (Greta Lee) sigue siendo profundamente coreana y así se siente cuando habla con Hae Sung (Teo Yoo). Este nunca pudo olvidarla desde que se fue de Corea con 10 años. Ambos están prisioneros, de alguna forma, de sus vidas pasadas, pero el destino les lleva por caminos distintos. 


La puesta en escena de esta relación se plasma en tres momentos, en la niñez compartida en Seúl, en el reencuentro digital a través de Skype en la veintena, y en la visita de Hae Sung a Nueva York para verla físicamente por primera vez en más de 20 años y conocer al esposo de Nora.  La puesta en escena es casi mágica, por la actuación de los protagonistas y por los tempos y silencios, que quizá son característicos de la cultura oriental. Los silencios, las miradas y las imágenes son tan elocuentes que sobran las palabras para hablar.