La película “Identidad borrada” es posiblemente una más que trata sobre un fenómeno
atemporal, que siempre ha ocurrido, pero de indudable actualidad hoy: cómo
aceptamos los sentimientos de las personas y su sexualidad, tema tabú en la
mayoría de las religiones.
Aunque es un tema global, una vez más el cine americano sabe espolearnos la
reflexión en un escenario extremo dentro de la América profunda: un pequeño
pueblo donde una familia normal, integrada por un pastor baptista (Rusell
Crowe), su obediente esposa (Nicole Kidman) y su pequeño hijo Jared (Lucas
Hedges), viven una vida normal.
Hasta que Jared reconoce que siente atracción por los hombres a los 18
años.
A partir de ahí, la profundidad con que los grupos evangelistas viven su
relación con Dios se torna en una fuerte tensión, elegante y magistralmente
puesta en escena por las interpretaciones y los diálogos de los protagonistas.
No hay palabras fuera de tono ni broncas, pero como el padre pregunta al hijo: “Esto no puede pasar bajo el techo que compartimos.
Por tanto, te pregunto: ¿estás dispuesto a cambiar?”