Muchos no sabrán que en los años 50 del siglo pasado el cultivo del tabaco negro, variedad Burley, era una de las más rentables ocupaciones de los minifundistas agricultores granadinos y que la vega reúne magníficas condiciones de clima y suelo para el tabaco, que normalmente se recoge a final de verano, cortando las matas que crecen verticales en el suelo, para colgarlas en naves aireadas con paredes de madera flotante o de ladrillo con muchos huecos. Una vez secado el tabaco colgado antes del invierno, se comprime y embala para su procesamiento y posterior conversión en cigarrillos.
Las campañas antitabaco, la competencia de países agrícolas con menores costes, y la desaparición del tabaco negro han dejado a la vega granadina sin uno de sus cultivos más rentables, que además era fundamental para cientos de productores pequeños, y fuente de trabajo para miles de obreros del campo. Además, el trabajo es duro y desagradable, muy manual y sucio, sobre todo en calurosa época de la recolección y colgado del tabaco.