La buena y la mala. Dos personajes que van mutando a lo largo de esta pequeña historia en la costa de Littlehampton, en el sur de la Inglaterra post victoriana de 1920.
Una tragicomedia con tintes de medio thriller es lo que vemos en Pequeñas cartas indiscretas, una lograda producción anglo francesa de la directora irlandesa Thea Sharrock con Olivia Colman (Edith Swan) y la Jessie Buckley (Rose Gooding) en los papeles centrales.
La película recrea una poco creíble, pero divertida historia de unas cartas anónimas, soeces e insultantes, dirigidas hacia la hija solterona de un matrimonio que ya perdió nueve de sus diez hijos. El padre, un padre tirano costumbrista a la antigua usanza, conservador hasta el extremo, desprovisto de cualquier muestra de afecto y cariño. La madre, una sufridora en vida anónima en la relación familiar. Las cartas, una página en cada ocasión llena de improperios e insultos, acaban llegando a cada vez más personas del pueblo, alterando la concordia del ambiente de la comunidad.
El escándalo crece hasta llegar a los noticieros de nivel casi nacional y los juicios previos se centran precisamente en los prejuicios. Aquella persona distinta, que se comporta de forma diferente, ha de ser la culpable. Y la sociedad, en general, condena a los que viven fuera de las convenciones.