El director Martin Bouboulon y el actor también francés Roschdy Zem consiguen hacer de esta cinta un testimonio gráfico palpitante de la tensión producto del abandono sin planificación por Estados Unidos de Afganistán, en este caso centrado en la evacuación de la misión francesa, la última en dejar el país que ocuparán los talibanes, en el poder en agosto de 2021.
Es una cinta de tensión más que de acción, sin faltarle esta última, y ello contribuye a su diferenciación con otras películas menores de guerra. La película engancha de principio a fin. Basada en la novela testimonial del comandante de la policía nacional francesa y responsable de la seguridad de la embajada en Kabul Mohamed Bida, éste se convierte en el centro de la película por su ejercicio como héroe contemporáneo, por su elección entre las órdenes recibidas y el deber moral y su experiencia. Al final, cada persona convive más tiempo con la propia conciencia que con ninguna otra persona en la vida.
La película plantea debates sobre justicia, la solidaridad o el abandono, y a ellos no son ajenos las interpretaciones de la traductora (la franco-argelina Lyna Khoudri), hay que comprender la valentía de una mujer mediando entre talibanes y un francés, con los ojos bajados; o de la periodista (la danesa Sidse Babett Knudsen), que se debate entre la retransmisión fiel de lo que ve y la protección de los que ayuda a huir. La película fuerza las costuras de la condición humana como suele suceder en las guerras. De nuestro comportamiento en ellas (más que desde el sillón) emerge nuestra auténtica forma de ser humanos. Somos porque hacemos.