domingo, 13 de enero de 2019

Un asunto de familia


Todos sabemos que los vínculos genéticos están entre lo más fuerte que nos une como personas. La familia biológica ha sido y sigue siendo la base de la sociedad tal y como la conocemos en cualquier parte del mundo. Los lazos de sangre aprietan fuerte y nos acompañan prácticamente toda la vida. Aun en momentos como los actuales donde la tasa de divorcios es más alta que nunca, las relaciones de sangre rara vez permiten la pérdida total de vínculos entre quienes las comparten.

Pero también sabemos que los lazos de sangre no son suficientes para mantener la familia unida o que los costes de hacerlo a toda costa pueden ser a veces demasiado altos.

“Un asunto de familia”, una estupenda cinta japonesa que el prestigioso director Hirokazu Koreeda nos propone y que Japón ha decidido presentar a los Globos de Oro y Oscar 2019, nos presenta una reflexión sobre un modelo alternativo a la familia biológica en el contexto de una pequeña historia de ficción en los límites de la sociedad japonesa.

“Un asunto de familia” relata la vida cotidiana de una familia (podríamos llamarla así) unida por potentes vínculos afectivos y asociación de intereses en el entorno de una barriada pobre del exterior de Tokio. Es también una mirada a un Japón que también existe, bastante invisible a los ojos occidentales. También es una crítica a la respuesta del sistema cuando al final se descubre el pastel: también los japoneses engañan a su sistema, y éste responde como se espera: con cárcel, hogar de huérfanos o vuelta al hogar biológico donde no existe el amor. Había mucha más felicidad en el hogar anómalo de la primera parte de la película.

La variedad de personajes, representativos de una familia convencional, y sus bien tiradas interpretaciones cohesionan la historia de esta familia en torno a la conveniencia y amor, donde no existe el engaño ni la desilusión pese a tener una vida nada envidiable según nuestros patrones. Todo se soluciona en familia, todo se habla. Nada es una tragedia, sino el lance del nuevo día, sea la pérdida del trabajo, o la muerte de un miembro de la familia. El cariño, la comprensión, el respecto, el abrazo están presentes. Nada se oculta entre las cuatro paredes donde hacen vida. Para ellos, el sistema está sólo para que ellos lo aprovechen, unas veces trabajando, otras veces robando, o trabajando en esos lugares sórdidos donde la soledad de los japoneses trata de mitigarse aunque sólo sea unos minutos.

La lentitud y recreación en las escenas sin que pase gran cosa refuerza la cotidianeidad de una vida donde el objetivo es simplemente sobrevivir y disfrutar, eso sí, con poco, cada día. Si el vínculo es amor y sinceridad, parece que esta familia es un modelo. Nos enseñan que el significado valor de la palabra padre, madre, hermano, hijo, … está muy por encima de las categorías que forman una familia. En la familia biológica, se obtiene por procreación. En Asuntos de familia hay que ganárselo a pulso.

Pero la película tiene dos fases claramente diferenciadas y la primera es esa familia idílica dentro de la pobreza y la falta de expectativas totales tan infrecuente en nuestras familias occidentales. La segunda parte descubre la trama y evidencia que las pasiones más bajas también están presentes en los adultos de la familia. No eran tan buenos: eran unos supervivientes en la frontera del sistema, quizá hasta habían acogido o secuestrado a chicos en un Japón donde las estadísticas de niños registrados es un grave problema que sorprende en un país tan avanzado.

Pero queda la reflexión: los vínculos del afecto, sinceridad, compasión y amor que cada día se cuidan son los que realmente vertebran nuestras relaciones como personas. 



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