jueves, 20 de diciembre de 2018

3 caras

Cuando ves “3 caras” yo al menos tengo la impresión de que hay que verla dos veces para intentar entender esta película, de trama aparentemente simple, pero de profunda carga y mensaje político. No en vano su director Jafar Panahi, está arrestado en Irán por sus ideas. Y su película “3 caras” ha ganado el Premio al Mejor Guión en el reciente festival de Cannes. Un olé al director por decir tanto con tan pocos medios.


En la película se entremezclan una historia algo increíble, la vida reglada y tranquila de un pequeño pueblo perdido en la geografía de un Irán vasto, y finalmente, el mensaje del pasado, presente y futuro a través de las tres mujeres protagonistas. En esta película no hay religión, el típico ingrediente de las películas que tocan el mundo musulmán.

El comienzo: una joven distinta del resto que quiere un futuro distinto del ha sido condenada a vivir, un intento de llamar la atención, y casi una investigación para comprobar la verdad.

Todo ocurre en un pequeño pueblo que casi podría estar en un lugar perdido de la Castilla de principios del siglo pasado si no fuera por la lengua y la vestimenta. Pueblos que tienen que ser autosuficientes, porque casi no llega nada del mundo exterior, inaccesibles en el plano físico aunque cada vez más conectados a través de internet, donde consumen lo que los medios televisivos les dan cada día sin más cuestionamiento. Donde la gente joven con aspiraciones no ve futuro, se ahoga, trata de escapar.

Tres caras. 

El pasado de una actriz de éxito que tuvo que volver a su pueblo es la cara que no se ve, quizá el Irán que van olvidando los que no lo conocieron. 

La actriz del momento, que alguna vez fue una niña con sueños y que lo ha conseguido. El Irán de hoy, un Irán que ha devaluado su glorioso pasado. 

El Irán presente que es cuando menos el sueño de la la joven que quiere salir del pueblo por ese camino lleno de dificultades que mantiene a las personas prisioneras, sin libertad, estancadas o en retroceso.

La película mezcla conceptos como el entendimiento del honor, la paciencia infinita y el no control del tiempo que hemos perdido en Occidente, el núcleo de la familia y la importancia silente del matriarcado que maneja los hilos internos de las relaciones familiares y todo lo hace dentro de una lentitud sutil, que mete al espectador en escenas largas llenas de mensaje como el camino de una sola dirección como una oda a la dificultad para cambiar las reglas, las formas de la vida. 

¿Como buscar la libertad, como escapar de la tradición si no cambiamos las reglas que nos oprimen?





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