Aunque el título de la película se presume la historia de una persona, "La favorita" es sin duda una historia de tres: la favorita clásica, con visión política, que proviene de cuna noble; la favorita emergente, que proviene del barro social, inteligente, sin escrúpulos en su inocencia y que lucha por sobrevivir y recuperar su pasada gloria familiar. Y por supuesto, la reina Ana, que transita durante la película desde la imagen de reina dócil y manipulable al comienzo a la reina que dejó su huella en la historia en la parte final.
Y ello pese a ser una de las reinas menos conocidas de Inglaterra, la que durante su mandato configuró lo que hoy es Gran Bretaña, la última de la dinastía de los Estuardo. Reina protestante, donde ya se empieza a configurar el bipartidismo entre tories y whigs en Gran Bretaña, pero donde aún el absolutismo era la forma a de gobierno imperante. Una época donde Europa comenzaba a asomarse a un cambio de ciclo con la llegada de la revolución liberal que dio paso a las democracias, y donde España aceleró su declive como potencial global con la guerra de la Sucesión que dio entrada en la casa real a los Borbones franceses tras casi dos siglos de reinado de la casa de los Austrias.
Dentro de un contexto histórico tan importante, la película se desarrolla casi literalmente entre las paredes del palacio real, porque la historia que quiere contar el director Yorgos Lanthimos es otra: un retrato satírico y distorsionado de la vida e intrigas en el palacio real alrededor de la enfermiza y voluble reina Ana.
La historia de la reina Ana es de por sí apasionante. Una mujer que tiene que gobernar, sin preparación, un país con la fractura interna de varios reinos que han luchado entre ellos, como Escocia, Inglaterra, Irlanda, Gales, ante potencias colosales competidoras como la España de la época y Francia. Enfrentada con la Iglesia Católica de Roma, siendo la corona inglesa el máximo exponente de la religión anglicana. Y todo ello sólo por derecho dinástico en la guerra de las casas reales inglesas, que además pasó por dar a luz hasta 19 hijos sin que 17 de ellos vivan más allá de los dos años o nazcan muertos. Solo de pensarlo la figura de la reina Ana crece ante los ojos del espectador. ¡Ante tamaño reto cómo empequeñecen los retos de nuestros preparados políticos hoy en día!
Como no puede ser de otra forma, los asesores y en este caso sus "validas" son centrales en esa vida de confianza que la reina Ana necesita para mantenerse estable ante sus propias debilidades y la magnitud de su cargo. Es una historia de poder, supervivencia, ambición, y pero también de ideas e ideales en un mundo despiadado y brutal. No tan distinta de lo que hoy sucede detrás de las cortinas tupidas que hoy y siempre ocultan el regate corto de la gestión del poder, donde las pasiones más humanas, los egos o necesidades de apoyo juegan un papel crucial. Todos los políticos con responsabilidad máxima tienen sus favoritos, y en ello estaremos todos de acuerdo.
Alguien podría pensar que que es película feminista como dicen hoy, pero si la reina fuera un rey y sus favoritos fuesen hombres, no creo que la llamasemos una película masculinista, porque hemos estado acostumbrados a la predominancia del hombre, y eso que ha habido muchas mujeres (entre ellas nuestra Isabel la Católica) que tuvieron la más alta responsabilidad. ¿Es una película turbia porque se insinúan las relaciones de amor entre mujeres? ¿Y qué hay de malo? ¿Por qué las mujeres no pueden elegir las relaciones que mejor las realizan como personas?
Pensar en la reina Ana con el tremendo peso de su responsabilidad, en un el mundo tremendamente masculino de la época, que en buena parte sólo concebía a las mujeres como forma de perpetuar la especie, agranda la figura de la reina Ana y sus favoritas. No es sólo ambición, poder y supervivencia lo que acerca a las favoritas a la reina. También ellas necesitan el afecto y la cercanía que el mundo de hombres de la época no les da. Y en cualquier caso ellas eligen porque la elección es siempre individual.
La película está sensacionalmente ejecutada para que el director consiga sus propósitos. Las tomas de escenas con ojo de pez ponen el objetivo donde quiere el director, aunque producen un cierto descentramiento en el espectador. La barroca representación de la vida e intrigas en la corte tiene algo de psicodélico e idealizado, incluyendo la pulcra limpieza pese a los más que seguros excrementos de los 17 conejitos mascota que pululan por el dormitorio real. La enorme mortalidad por las condiciones y cultura de vida de la época no se ve representa en la pulcritud de los escenarios. Pero no es eso lo que el director quiere resaltar en La favorita.
Las interpretaciones de las tres mujeres son magistrales, y la destreza tonal de la trama es sutil pero exquisita: va apagando la vela de Lady Sarah mientras emerge Abigail Masham, para al final, en una mágica toma con superposiciones de imágenes quedar la casi escultórica figura de la reina Ana, con la mirada en el horizonte de su responsabilidad ante la historia. Un reflejo de que en la cresta del poder siempre se está solo.
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