La película “Identidad borrada” es posiblemente una más que trata sobre un fenómeno
atemporal, que siempre ha ocurrido, pero de indudable actualidad hoy: cómo
aceptamos los sentimientos de las personas y su sexualidad, tema tabú en la
mayoría de las religiones.
Aunque es un tema global, una vez más el cine americano sabe espolearnos la
reflexión en un escenario extremo dentro de la América profunda: un pequeño
pueblo donde una familia normal, integrada por un pastor baptista (Rusell
Crowe), su obediente esposa (Nicole Kidman) y su pequeño hijo Jared (Lucas
Hedges), viven una vida normal.
Hasta que Jared reconoce que siente atracción por los hombres a los 18
años.
A partir de ahí, la profundidad con que los grupos evangelistas viven su
relación con Dios se torna en una fuerte tensión, elegante y magistralmente
puesta en escena por las interpretaciones y los diálogos de los protagonistas.
No hay palabras fuera de tono ni broncas, pero como el padre pregunta al hijo: “Esto no puede pasar bajo el techo que compartimos.
Por tanto, te pregunto: ¿estás dispuesto a cambiar?”
No importa ni siquiera lo que en el mundo legal sería la proporcionalidad
de los hechos: hasta el pecado de pensamiento, unido a una presunción de
culpabilidad en la institución correctora. Basta el reconocimiento de ser diferente
para iniciar un proceso de corrección de lo que se entiende como tara. Lo que por otra parte pone de
manifiesto la característica de los americanos de convertir un problema en un
negocio, a través de la institución “Love in Action”, que por otra parte no
sabemos que relación puede tener con la propia iglesia evangelista.
Llama la atención los brutales métodos de reconducción que usa esta
institución y que están en la esencia de la película. Hay que borrar una
identidad incorrecta, enferma, para lo cual desproveen al paciente de todo. No
se puede hablar fuera de lo que se hace dentro, se retiran los móviles, se
acepta la culpa, se socializa en grupos de curación y hasta se impone el
castigo físico con la propia aceptación y participación de la familia. Algunas personas quedan
como muñecos rotos que no encuentran otra alternativa que el suicidio.
También llama la atención el método de "Love in Action": cada paciente ha de
reconstruir en su árbol genealógico todas las personas que pudieron haber
tenido taras relacionadas con una identidad incorrecta según los postulados de
sus creencias: consumo de drogas, pertenencia a bandas, gays, … La tesis parece
ser que por vía hereditaria y también por proximidad cultural hemos incorporado
desviaciones que hay que corregir. "Love in Action" se presenta como la solución para
el pastor atribulado y su esposa.
La película tiene incontables momentos brillantes, no es profusa en acción
y una música casi imperceptible contribuyen a la concentración
del espectador en el desarrollo de la trama. Desde el propio comienzo con el álbum
de fotos de un niño normal en una familia normal, las conversaciones entre
madre, padre e hijo, la doctora creyente que reconoce el difícil balance entre
lo que la ciencia puede explicar del análisis cromosómico y lo que su religión
les cuenta. Sobre todo, la película ofrece una magnífica transición desde el
momento inicial (detección del problema), pasando por el shock del tratamiento
y finalmente la aceptación. La fortaleza de Jared, el amor de la madre que
rompe amarras con las creencias y finalmente la aceptación del padre nos acerca
a un final que apunta prometedor. “Padre,
soy como soy y no voy a cambiar, por tanto la pregunta es si tú estás dispuesto
a cambiar y quererme como soy”.
Hay muchas reflexiones que surgen de películas como "Identidad borrada", y
cada uno tendrá su opinión.
- ¿Nacemos o nos hacemos?
- Cualquier ideología encasilla nuestro pensamiento y cuando más extrema es, más determina el orden social. Los outliers han de corregirse. Posiblemente el humanismo en tanto aceptación de la persona en el centro es el mayor progreso de la Humanidad.
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