sábado, 18 de noviembre de 2023

Sonido de libertad

 

En pocas ocasiones la polémica en torno a una película es tan elevada como en "Sonido de libertad" ("Sound of Freedom"). 

Las informaciones sobre el contexto de su rodaje, las dificultades para su distribución y la supuesta involucración de élites no interesadas en su divulgación añaden un contexto aún más dramático a esta valiente película que trata, con toda la delicadeza posible, pero sin quitar ni un ápice a su trágica esencia, sobre las redes de esclavitud sexual infantil en el siglo XXI.

Sobrecogedora. Impresionante. Al mismo tiempo y pese a todo, preciosa. 

El rapto de niños en Latinoamérica, y el tráfico, como si de animales se tratara, para su uso por pedófilos con dinero y digámoslo claro, sin alma (que cada uno defina alma como prefiera). La pedofilia no es algo nuevo en la Historia, pero seguramente sí la escala a la que hoy existe. Medios como internet y redes profesionalizadas de traficantes (raptores, intermediarios, usuarios de ... niños), la desigualdad enorme en el planeta, las enfermedades mentales modernas (entre ellas una soledad sin precedentes o la asocialidad a una escala desconocida) seguramente elevan la pedofilia hoy a niveles nunca vistos antes. 


"Sound of Freedom" es una de las películas más crudas que denuncian esta explotación inhumana y la trama se centra en el caso real del ex agente de la NSA de EEUU, Tim Ballard, en la búsqueda de dos niños hondureños capturados por la mafia pedófila. Las cifras criminales son espeluznantes, pero la película le pone cara y nombres a la historia y el espectador casi literalmente entra en la pantalla. 

He escuchado que técnicamente la película es intermedia, que la historia es demasiado redonda o que puede estar edulcorada, y puede que sea cierto. Sin embargo, los primeros planos de las escenas, todas ellas cortas, pero enlazadas, la expresividad de las caras, el juego dramático de luz y sombras, los silencios que hablan solos, la propia música, sin duda contribuyen a la cercanía con la historia. 

¿No es el cine la capacidad de contar historias audiovisuales que lleguen a la gente? ¿Hay algo de mentira en el trasfondo de "Sound of Freedom" como para cuestionar la forma de trasladar el mensaje? No. El mensaje llega, es real, y la película no deja indiferente a nadie. Solo hay que mirar los ojos de los niños.

La película traslada un mensaje esperanzador, porque queremos creer que podemos hacer algo más efectivo para evitar la explotación sexual de niños, pero todos sabemos que hay algo profundamente negro en el alma de muchas personas, y hay mucho dinero de por medio. Los niños que pasan por este trauma no pueden olvidar ese pasado.

El perfil del intermediario o cliente final pedófilo aparece bien retratado en la película. Detrás de ellos hay quizá lo que podríamos definir una maldad profunda, congénita o adquirida, una total falta de empatía, asocialidad, ausencia de valores, no se sabe si producto de traumas infantiles ahora enquistados en la vida adulta. Los que luchan en la primera línea contra la pedofilia como el agente Tim Ballard se encuentran con las limitaciones de su territorialidad, en un negocio para que para los tratantes de esclavos sexuales infantiles es global, ya que sus redes operan en a través de varios países, como si de empresas normales se tratara. 

Una nota final respecto de la difusión de la película. Según internet, grandes productoras se han negado a hacer posible y facilitar la difusión de la película, entre ellas Walt Disney Corp (es entendible que quieran proteger a su audiencia con la visión idílica de la infancia típica de las películas de Disney, que todos agradecemos y ahormaron nuestra niñez en Occidente), y, por tanto, la difusión ha corrido a cargo de una distribuidora californiana, Angel Studios, con la muy estimable ayuda de Jim Caviezel, el protagonista y activista declarado en esta causa. 

Por eso, esta película, además de sobrecogedora, impresionante, preciosa, es también, envuelta en su polémica, distinta. 



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