sábado, 9 de noviembre de 2024

Jurado número 2


¿Podemos vivir con una verdad que nos atenaza de por vida?

Es el trasfondo de esta nueva estupenda película de Clint Eastwood, todo rezuma soledad interior en el protagonista, un joven que se ve involucrado en un accidente fortuito que causa la muerte a una persona y por la cual se juzga a otra al que todas las evidencias iniciales señalan como culpable. 

El protagonista, ex adicto al alcohol que rehace su vida y que acaricia la felicidad familiar y se siente querido socialmente, siente que su vida se quiebra porque puede perderlo todo si la verdad se conoce. 

¿Puede alguien imaginar una vida donde alguien sabe que una persona murió por su causa, aunque sea fortuita, y otra persona es condenada a cadena perpetua sin ser culpable? Donde ese terrible secreto te acompañará toda tu vida, donde si alguien lo sabe, es posible que tampoco quiera desenmascararlo.

La película "El jurado número 2" es un eco de la mítica cinta “12 hombres sin piedad” (1957), y en esta ocasión Eastwood vuelve a recordar, a través del miembro del jurado que duda de la casi unánime sentencia del tribunal popular, las palabras de Henry Fonda: “estamos hablando de condenar a un hombre, al menos deberíamos hablar de ello un poco más antes de votar”. 

La película "El jurado número 2" va incluso más allá de una reescenificación de la película previa, y plantea una compleja psicología llena de dilemas morales tradicionales y también modernos. Por ejemplo, el conflicto de intereses de la fiscal, la aceptación de insuficiente aportación de pruebas en la construcción del caso, la supuesta veleidad de los jurados populares para examinar casos con suficiente profundidad, la debilidad en ocasiones de los abogados de oficio. 


Sobre todo hay uno que resalta en mi opinión: la tendencia humana a opinar usando el sesgo de confirmación, nuestra inclinación a juzgar rápidamente algo donde todas las evidencias que se aportan apuntan en una misma línea. Por eso es necesario pensar antes: ¿estamos dudando lo suficiente de lo que nos cuentan como para estar convenidos personalmente de que ocurrió de esa forma? 

Este es posiblemente, ahora más que nunca, uno de los problemas de la sociedad actual, la tendencia a la evaluación rápida, la falta de atención activa a los detalles, seguir el pensamiento de la masa, el atender otras cosas que nos preocupan más a nivel individual. 

El debate sobre jurados populares que suscita es muy interesante: ¿son los jurados populares la mejor forma de dilucidar sobre casos criminales o han de ser jueces profesionales? ¿No es una señal de madurez ciudadana la involucración de ciudadanos en los jurados populares porque nos acerca el conocimiento de lo que es hacer justicia? 

También es muy interesante lo que quizá puede ofrecer la inteligencia artificial en el futuro, y tal se trata en la película “Justicia Artificial”. Al final, la justicia es un consenso aceptado de normas y evaluaciones por una sociedad determinada. Históricamente, han sido jueces individuales, luego vinieron los jurados populares, y a futuro pueden existir otras fórmulas. 

Lo que importa es la aceptación social de regir la justicia por la fórmula que exista. Aunque es lógico que las personas queramos que sean personas las que nos juzguen, que confiemos en ellas, y muchos prefieren que sean expertas, de la misma forma que querríamos que nos operara de corazón un cirujano cardiólogo.  

El guion presenta algunos fallos que no desmerecen en absoluto la calidad y credibilidad de la trama de la película, que pone todo el foco en el dilema moral del jurado número 2 y finalmente de la propia abogada fiscal del caso. 

¿Debe de prevalecer la verdad cuando la justicia ha hablado? ¿Se puede vivir sabiendo la injusticia ha triunfado? 




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