Como es habitual en los relatos ficticios,
los personajes están estereotipados para darle brillo a esta cinta lenta, en
ocasiones desconcertante, pero que conforme avanza el guión va hilando una
historia más de las muchas que hablan del acomodo frente al deseo y legitimidad
de que todos tienen su oportunidad. Son los méritos, las decisiones valientes y
personales, las que marcan la diferencia.
Brasil es uno más de los ejemplos de esta
sociedad con creciente desigualdad al que nos enfrentamos en el siglo XXI. La
desigualdad no es nueva, pero sí lo es el tamaño de las diferencias sociales.
La película aporta esperanza porque otra vida es posible para Jessica, joven
madre que quiere un futuro distinto para su hijo, distinto de la infancia que
ella tuvo con su madre biológica, de la
que por separación física, recibió más dinero que cariño en su infancia. Pero
Jessica creció fuerte en su dignidad y en su determinación para ser parte del
futuro y no repetir el pasado. Se llama así misma no inteligente, sino curiosa
y observadora. Una exploradora nata.
Val es una víctima de la "inercia social"
que la sitúa como sirvienta hasta que decide, estimulada por el ejemplo de su
hija, "lanzarse a la piscina" y emprender una nueva vida con ilusión
y esperanza más que con planes concretos. Llama la atención de lo poco que
cuesta redirigir tu vida cuando la carga del pasado es tan ligera. Val y
Jessica tienen unas pocas pertenencias, están de paso en la "escalera
social" donde son sus convicciones las que agilizan su prácticamente
seguro ascenso.
La familia acomodada es el prototipo de
desintegración que tanto la señora Bárbara como el señor Carlos perciben, pero
ni quieren admitir ni enfrentan. Tienen de todo pero falta lo más importante. Están
confusos, entre amedrentados y enamorados del ciclón que representa la llegada
de Jessica a la casa. Ambos son producto de la molicie y de una vida solitaria
que saben que esconde su declive personal, familiar y social.
Fabinho es la "víctima inocente" de
esta familia, un chico que esconde la cara bajo su melena, que agacha la cabeza
durante buena parte de la película, y que parece que no quiere crecer. No le
han enseñado a crecer. Su segunda madre seguramente evita males mayores por el
desequilibrio emocional que le produce la ausencia emocional de su primera
madre. La primera madre de Jessica también está ausente durante su infancia y
es su segunda madre la que posiblemente contribuye a forjar su carácter de
luchadora.
Es una historia de segundas madres, pero
tanto Val como Bárbara tendrán que asumir su papel de primeras madres. Es una
historia de mujeres fuertes donde los hombres ocupan un plano secundario, son
una derivada consecuencial.
Siendo una historia de personajes anónimos,
es inevitable no verse retratado en uno u otro estereotipo. Surgen reflexiones
sobre el tipo de relación con los hijos, los estímulos de la educación, la
presencia de los padres en cantidad y calidad de tiempo en momentos claves del
crecimiento social de los hijos. Posiblemente llegamos a la conclusión de que
si hay algo fundamental que podemos dar es cariño y amor. Generar confianza,
seguridad para no tener miedo a intentar salir de la zona de confort, aprender
de los errores, y vivir con las consecuencias de las decisiones tomadas.
Es toda una lección de reflexión para padres
e hijos en el mundo de hoy. Lamentablemente no todos pueden ser Jessica, pero
afortunadamente hay muchas "Jessicas" que demuestran que la
determinación y la meritocracia "pueden permitir llegar al cielo de cada
uno, sin necesidad de tomarlo por asalto" como algunos proponen.
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