“Madame Marguerite” parece una película
diferente, algo extraña y poco convencional, con los principales personales en
papeles quizás algo exagerados y por ello de “credidilidad“ cuestionable, pero que
a casi nadie deja indiferente, provocando impresiones y reacciones para todos
los gustos…
Esta película parece tener un relato argumental
básico bastante claro: la pasión de una acuadalada dama burguesa francesa de
los años 20 por la ópera, y por realizarse ella misma en el canto. Y, muy
asociado a ello, la necesidad de vínculo con su marido, a quien siempre reserva,
sin conseguirlo, un puesto estelar para que la vea actuar….
Este relato argumental principal se complementa
con una variedad de historias paralelas de personales alrededor de la
protagonista, historias que están simplemente apuntadas, esbozadas al modo de
puntadas en una tela impresionista. No se sabe si hay que alejarse de la
historia para poderla valorar con perspectiva…..y es quizás eso lo que hace a
esta película algo difícil de digerir para una buena parte de los espectadores.
En ese sentido de las puntadas, cabe mencionar la trama paralela de la vida del
marido, la evolución completa en su actitud hacia su esposa, desde el
desinterés por ella más absoluto así como su “doble” vida, hasta justo lo
contrario en el desenlace.
Cabe mencionar también la omnipresencia de un
mayordomo genial, y de rol crucial en la trama, que a través de muy breves
pinceladas aparece como una persona enigmática con un pasado muy culto, un
control absoluto de todo lo que ocurre en la mansión, invita a músicos, provoca
la adhesión improbable de un prestigioso profesor de canto mediante un elegante
chantaje, es pianista, fotógrafo (¡en aquella época en la que no era nada fácil
por la necesidad incluso de ejecutar un mismo todos aquellos complejos procesos
de revelado) y, sobretodo, por ser el verdadero director de la trama. En una
breve conversación hacia el final de la película, deja caer, anticipando el
desenlace, que su mejor foto, la más importante, “está muy cerca de tener
lugar”, y efectivamente, cuando el momento llega, que es justamente la escena
final, le “pilla” perfectamente preparado (¡como si ese momento de unión de
marido y esposa, lo estuviese esperando!)…. hay otras tramas que también se
esbozan someramente, como la de la joven cantante y el crítico de música, las
relaciones en el interior de la compañía del profesor de canto… pero no se
puede saber cómo evolucionan esas historias, en qué acaban…. ni tan siquiera se
puede consensuar entre los espectadores qué es lo que ocurre en esta historia
tras su escena final…. ¿está la protagonista muerta? ¿se trata solamente de un
nuevo “soponcio”, como otros anteriores?....
... y, sobretodo, muchos espectadores tras la visión
de la película no consiguen ponerse acuerdo sobre lo más profundo del
comportamiento de la protagonista: ¿es ella inconsciente de lo rematadamente
mal que canta, y entonces solo se daría cuenta de su rematada incompetencia justo
antes de la escena final, cuando le da aquel soponcio? Esa parece ser la impresión de muchos…
Y, sin embargo, hay en la película (al menos)
tres momentos fugacísimos en los que se podría apuntar justo lo contrario: en
un momento fugaz, mantiene un comentario a solas con su marido en el que se
queja muy lúcidamente del comportamiento de este; en la escena cumbre de su
interpretación en la gran sala, tras ver por fin a su marido asistiendo a su
interpretación y tras habitual comienzo desastroso de su actuación, parece que
empieza a cantar bien justo antes de su accidente vocal…. Y en una
conversación/confidencia en habitación del hospital donde se está recuperando,
revela que una persona, para hacerse notar, “tiene que meter los dedos en los
ojos de la otra persona”…. ¿no es eso lo que ha venido haciendo durante toda la
historia, “metiendo” su voz horrible en los oídos de los otros (a relacionar
con escenas en las que el mayordomo y/o el marido iban repartiendo tapones para
los oídos de todos, a diestro y siniestro)??
A los fugaces relatos de esas otras historias,
anteriormente mencionados, se unen fugaces reflexiones sobre el poder; sobre el
dinero (“lo importante no es el dinero, lo importante es tenerlo”); sobre la
procedencia de hacer algo, incluso haciendo en ello el ridículo, si se hace con
pasión; sobre la crueldad de la mofa; sobre desigualdades sociales y clasismo
exacerbado en aquella sociedad; sobre la expansión de tendencias revolucionarias
marxistas tras revolución bolchevique de 1917; sobre el arte y la hipocresía; sobre
el despertar de nuevas tendencias artísticas… todo ello magníficamente presentado
por actores, vestidos de la época, decorados, fotografía y música.
No faltan multitud de referencias fílmicas y
narrativas: al cuento del Traje del Emperador (Grimm), a La Vida es Sueño de
Calderón, al Quijote (escena de la quema de objetos de la vida musical de la
protagonista, símbolos de su fantasía y locura, delante de todo el personal del
servicio), al personaje de Madame Castafiore en diversas aventuras de Tintin, a
la cabaretista cutre de “Balas sobre Broadway” (de Woody Allen)… y seguro que a
muchísimas más. Alguien ha identificado referencias a Toulouse-Lautrec en el
personaje bajito, promotor de los aplaudidores mercenarios en los espectáculos
(“españoles y otras gentes de mal vivir”).
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Sé constructivo siempre. Suma.