viernes, 7 de octubre de 2016

"Captain Fantastic"

Una metáfora deliciosamente imposible sobre la educación de los hijos, que contrapone de una forma un  tanto extrema la educación reglada, insertada en el "sistema" que permite la integración social, frente a una educación donde priman las convicciones y creencias de lo padres. Es una película antisistema llena de sensibilidad y sentimientos.

Captain Fantastic es una sorpresa para el espectador donde el multifacético actor Viggo Mortensen nos demuestra sus dotes tanto para filmes épicos como tragicomedias. Y ello sin desmerecer la interpretación de todos y cada uno de los hijos de esta familia sacada de la visión utópica del padre - Ben - y la madre -Leslie - de una educación para sus hijos al margen de la sociedad, apartados y viviendo en las montañas norteamericanas cercanas a la costa del Pacífico. Los padres, o al menos Ben, es el líder, el profesor, el confesor, el amigo, el ejemplo en el que ellos se van moldeando.

La madre subrevuela la trama de la película, ya ausente desde el inicio tras su suicidio ante una enfermedad incurable que la transforma ante el trastorno bipolar que sufre. Pero ella es budista, su cuerpo es sólo una prisión en esta vida, y toda la trama gira al intento del padre y los hijos de darle el adiós que la madre había pedido en su testamento vital: icinerada y cenizas arrojadas a un váter.

Esta es la misión de la familia y con ese propósito, Ben y sus seis hijos descienden de sus montañas. Todos con nombres únicos, reyes filósofos como los llama el padre, atletas intelectuales y físicos, pero que sólo han visto, saben y han conocido lo que el padre o los libros les han enseñado. Noam Chomsky, el izquierdista filósofo vivo más famoso de EEUU, es referencia constante en la educación de los hijos.

La educación de Ben no hace tratos con la mentira, ni con la mediocridad, ni con la debilidad. La muerte del venado en la escena inicial, la escalada de una pared vertical con sus hijos, la acampada a cielo abierto con un cielo que arroja agua como una cascada con todos empapados y sin una sola queja, sabiendo que ello es parte de su formación, de su formación de carácter.

La desnudez, naturalidad y la profundidad de los diálogos, preciosos en su ejecución a través de la interpretación de cada uno de los actores, no tiene desperdicio. No hay palabras perdidas, no compensa desconectar de la trama ni un minuto. La educación en la verdad, en las convicciones, no es siempre una buena forma de relacionarse en la sociedad de hoy en día. No hay palabras soeces, sólo la verdad tal y como es, como la mejor forma de afrontar la duda. El padre predica con el ejemplo, y los hijos reaccionan a los hechos, no a la forma en que se les comunica.

Los hijos de Ben y Leslie son en sí un grupo de virtuosos físicos e intelectuales, llenos de sensibilidad y emotivos. Pero la trama de la película (el desarrollo de la misión de la familia) les lleva a interaccionar con la sociedad y especialmente el hermano pequeño y su hermano mayor comienzan a acusar los efectos del aislamiento. Notan que hay un mundo fuera, y que ellos no son parte de él, pero quieren ser parte de él. La película es un contraste permanente entre la vida convencional y la que ellos han aprendido, y por fuerza ha de acabar de una forma u otra. Ben se da cuenta cuando comprende que quizá les está pidiendo demasiado a sus hijos y les deja con la custodia de sus abuelos.


El final de la cinta, no por previsible es menos atractivo. No hay ganadores en la partida, no tiene por qué haberlos, siempre es posible vivir en la sociedad manteniendo el control de tu vida y siendo fiel a tus principios, y eso es lo que consigue la familia abandonando la vida en las montañas.



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