Como película es una obra de arte cinematográfico, como una pintura llena de contrastes y brochazos hermosos que cuando se miran a fondo cobran además un sentido adicional de conjunto. Las intepretaciones descarnadas de los caracteres son sublimes y aunque algo estereotipadas, no ahorran detalles al espectador, podríamos decir "excesivas" al más típico estilo del cine italiano de Fellini y de Almodóvar en España.
"La mano de Dios" usa la analogía del famoso gol de mano Maradona a Inglaterra en 1986, un momento que Maradona calificó como divino (aunque luego admitió haber empujado a gol con puño humano), con la providencia que hizo que el protagonista que representa a Sorrentino adolescente, Fabio Schisa, se quedara admirando el partido del astro argentino en el estado en lugar de ir con sus padres al chalet familiar, donde ambos mueren esa noche por intoxicación de un escape de gas.
La película tiene dos partes claramente diferenciadas y divididas por ese momento crucial. Argentina había sido derrotada por Inglaterra en las Malvinas, y ahora Maradona se vengaba. Fabio comienza su vida cada vez más al margen de su familia y de todo lo que le resultaba familiar. Es la búsqueda de sí mismo, de lo que quiere ser en la vida, perseverando como Maradona en el fútbol para conseguir su pasión: ser director de cine. Toda una llamada de atención al riesgo hoy que tienen muchos jóvenes de perder el norte, dejarse llevar por la vida, tan clásico en lugares como el sur de Italia, donde salir adelante es producto de una mezcla de ingenio, adaptación, acciones turbias y sobrevivir en un entorno social que funciona por improvisación.
"La mano de Dios" podría haber sido una película intrascendente sin la interpretación de sus personajes y sus diálogos de distancia corta, llenos de picaresca, unas veces inteligentes y sugerentes y otras malsonantes, pero siempre divertidos y más irónicos que desagradables. Es un bodegón barroco de sensaciones, tan absurdo y cómico que corre el riesgo de no ser creíble, pero no por ello deja de ser atractivo.
Los diálogos con el famoso director Capuano son de impresión. Una exaltación a encontrar la pasión en la vida de cada uno sin hacer prisioneros. Surrealista y excesivo para que se oiga fuerte su mensaje a quien se atreva a interesarse. Capuano es un irreverente que vive en el conflicto y del conflicto para crear. Los genios no se casan con las convenciones ni las formas. Sorrentino ha creado una obra de arte y será recordado por "La mano de Dios"aunque no sea Maradona. Le ha metido un gol al cine mediocre.
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