sábado, 5 de noviembre de 2022

Amsterdam

 

Tras ver "Amsterdam" el espectador puede preguntarse si ha asistido a una obra de arte o un esperpento fallido de un director ambicioso en sus objetivos. 

Amsterdam es la trama ficticio-real de la historia tres amigos que se conocen en la Primera Guerra Mundial y que sellan un pacto de amistad por siempre, que vuelven a reencontrarse en Estados Unidos en los años treinta como principales sospechosos de una muerte en medio de un complot para instalar un gobierno autoritario en Estados Unidos, en los albores de la toma del poder por parte de Hitler y Mussolini. 

El reparto de Amsterdam es estelar, con protagonistas principales como Christian Bale (el esquizofrénico doctor Berendsen), Margot Robbie (Valerie, la excéntrica enfermera que no cuenta su pasado), John David Washington (el ex combatiente y abogado negro Harold), y papeles secundarios con intérpretes de la talla de Anya Taylor-Joy (la estrella de Gambito de Dama), Taylor Swift (en el papel de Liz Meekens), Rami Malek (el Freddy Mercury de Bohemian Rapsody) o Robert de Niro (en el papel del íntegro general veterano Smedie Butler en la película) entre otros. Sus interpretaciones no desmerecen en esta comedia surrealista con fondo histórico, pero se convierten en marionetas en la representación del director David O. Rusell.

Porque la forma en que Rusell ha elegido contar su historia raya en la psicodelia, seguramente porque quiere una obra de arte de puesta en escena en lugar de contar una historia plana de una conspiración.

Y si se juzga por los brochazos de su pintura, a fe que consigue algo parecido a arte abstracto, con brochazos bellos como las interpretaciones extremas de los personajes, los planos de toma de la cámara, los colores sepia del cine sin color pleno, la trepidante acción sin sentido para el espectador en una parte de la película. En suma, Rusell ha contado con la mejor materia prima posible para dejar su impronta, y las próximas nominaciones de Oscars dirá si lo consigue o no. 


En el trasfondo, vuelve a ser buen cine americano, donde los magos del espectáculo del otro lado del océano nos vuelven a inyectar parte de su memoria histórica (Estados Unidos no fue siempre una democracia ejemplar y a salvo del autoritarismo) en medio de una trama de valores donde prima la amistad y la integridad frente a la corrupción. Entre ellos, sigue representándose la difícil integración de los negros en la sociedad americana.

Por cierto, cuanto aprenderíamos los españoles si fuéramos capaces de representar nuestro pasado con más orgullo, tolerancia y humor, y menos rencor y revanchismo.

Por otra parte, la trama histórica del film tiene mucha actualidad, ahora que la democracia está en peligro no solamente en Estados Unidos sino en tantos otros sitios. 

Detrás de ello, en Amsterdam están los oscuros intereses corporativos de las grandes empresas. Hoy a esos intereses líderes populistas salvapatrias como Trump en Estados Unidos. En Amsterdam los conspiracionistas tratan de derrocar a un presidente tullido como Frankin D. Roosevelt, que tuvo que lidiar con los efectos de la Gran Depresión. Hoy, un disminuido Joe Biden, se enfrenta con la emergencia de potencias competitivas como China en un contexto de polarización política entre el partido republicano y el partido demócrata. 

Hay algo de cine denuncia en esta controvertida cinta de Amsterdam. ¿Cagada u obra exquisita? Los Oscars lo dirán.



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