sábado, 6 de abril de 2024

Pequeñas cartas indiscretas

 

La buena y la mala. Dos personajes que van mutando a lo largo de esta pequeña historia en la costa de Littlehampton, en el sur de la Inglaterra post victoriana de 1920. 

Una tragicomedia con tintes de medio thriller es lo que vemos en Pequeñas cartas indiscretas, una lograda producción anglo francesa de la directora irlandesa Thea Sharrock con Olivia Colman (Edith Swan) y la Jessie Buckley (Rose Gooding) en los papeles centrales. 

La película recrea una poco creíble, pero divertida historia de unas cartas anónimas, soeces e insultantes, dirigidas hacia la hija solterona de un matrimonio que ya perdió nueve de sus diez hijos. El padre, un padre tirano costumbrista a la antigua usanza, conservador hasta el extremo, desprovisto de cualquier muestra de afecto y cariño. La madre, una sufridora en vida anónima en la relación familiar. Las cartas, una página en cada ocasión llena de improperios e insultos, acaban llegando a cada vez más personas del pueblo, alterando la concordia del ambiente de la comunidad. 

El escándalo crece hasta llegar a los noticieros de nivel casi nacional y los juicios previos se centran precisamente en los prejuicios. Aquella persona distinta, que se comporta de forma diferente, ha de ser la culpable. Y la sociedad, en general, condena a los que viven fuera de las convenciones. 


Las pesquisas del sentido común y la perspicacia acaban poniendo claridad en el caso, y siempre hay alguna verdad oculta detrás de todos los hechos iniciales. Pero no hay sorpresa, sino desvelamiento gradual, lo que no quita un ápice de entretenimiento a la película hasta el final. 

La película es una buena reconstrucción visual de la Inglaterra de la época, de la hipocresía, la represión social y fundamentalmente femenina de la época, y, sin embargo, los negros empoderados en posiciones de cierta relevancia social, hechos inéditos en la época de la película, en un guiño un poco woke quizá producto de los tiempos actuales, quizá le quita algo de crédito al constructo. 

Gran interpretación de todos los actores, todos muy creíbles en escenas de la cotidianeidad de la época, con una trama divertida, pero que no tiene un trasfondo poderoso que pueda ser recordado. Una película que se deja ver y que incluso gusta.



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